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1 de agosto de 2025Percy Añez Rivero
El alma cruceña que fusiona banca, ganadería, vino y café
Percy Añez es un hombre de múltiples facetas: banquero, ganadero, viñatero, cafetero y cónsul honorario de Guatemala en Santa Cruz. Con una trayectoria que abarca desde los potreros de San Javier hasta los viñedos de Samaipata, Añez personifica el espíritu emprendedor del camba. Como director del Banco Mercantil Santa Cruz, ha contribuido al crecimiento de una de las instituciones financieras más sólidas del país, mientras cultiva su amor por la tierra y los sabores. En esta entrevista, Añez nos lleva por su vida, desde sus raíces ganaderas hasta su apuesta por el vino boliviano, revelando cómo la pasión impulsa sus proyectos y su visión para el futuro de Santa Cruz.
Percy, gracias por recibirnos. Queremos empezar por sus orígenes. ¿Quién es Percy Añez y qué lo define como persona y empresario?.
Gracias por la invitación. Soy cruceño de pura cepa, nacido y criado en Santa Cruz, en una familia ganadera de San Javier, un pueblo donde la vida giraba en torno a la tierra. Mi padre era ganadero, y crecí entre vacas, caballos y el olor del campo. En esa época, Santa Cruz no tenía la diversidad económica de hoy; eras ganadero, maderero o poco más. Esa simplicidad me marcó: aprendí a valorar el trabajo duro y la conexión con la naturaleza.
Mi vida tomó un rumbo más global cuando me fui a estudiar a Estados Unidos. Me gradué en Finanzas en Louisiana Tech University y luego hice un MBA allí mismo. Volví a Santa Cruz en el año 86, con mi currículo bajo el brazo, al día siguiente de llegar ya estaba contratado en el Banco Mercantil. No fue por contactos; mi padre había fallecido, y mandé mi currículo como cualquier otro. Les gustó, me llamaron, y así empezó una relación de 39 años con el banco hasta hoy, donde pasé por todos los cargos, desde analista hasta director, un rol que mantengo hace 15 años.
Lo que me define es la pasión. Ya sea en la banca, la ganadería, el vino o el café, solo me meto en lo que me gusta. No busco solo ganancias; busco disfrutar. Me divierto en mi ganadería, cosechando café con mis trabajadores, probando vinos con amigos o cocinando en casa. Todo lo que hago lleva ese sello: hacerlo con gusto y compartirlo con los demás.
Su trayectoria en el Banco Mercantil Santa Cruz es impresionante. ¿Cómo llego a ser parte de una institución tan emblemática y cómo ha evolucionado su rol?
Entré al banco en un momento en que Bolivia estaba cambiando. En los 80, el país enfrentaba crisis económicas, pero el Banco Mercantil, fundado en 1905, ya era un pilar. Empecé como analista, aprendiendo los detalles del sistema financiero boliviano. Con los años, participé en el crecimiento del banco, desde la expansión de agencias hasta la modernización de servicios. Estuve en todos los niveles: créditos, gerencia, vicepresidencia y relación institucional del banco. Fui parte de un gran equipo que consolidó al banco como el más grande de Bolivia, especialmente tras adquirir la operación de Banco Santa Cruz en 2006, cuando pasamos a llamarnos Banco Mercantil Santa Cruz, y luego adquirimos el 2015 Banco Los Andes ProCredit, un banco enfocado en pymes y microcréditos.
Hace 15 años dejé la operación diaria para ser Director, un rol estratégico donde aporto mi experiencia, pero sin la presión del día a día. Eso me dio libertad para explorar otras pasiones, como la ganadería, el vino y el café. El banco me enseñó a pensar a largo plazo, a anticiparme a las crisis y a ver las oportunidades. La banca requiere solidez, previsiones para incobrables y un servicio impecable, pero también visión. En 121 años, el banco ha sobrevivido guerras, hiperinflación y cambios políticos. Esa resiliencia es parte de nuestro ADN.
La pasión es el nombre del juego: ya sea en la banca, la ganadería, el vino o el café, solo me meto en lo que me hace feliz y puedo compartir con amigos.
Hablando de sus pasiones, la ganadería parece ser el hilo conductor de su vida. ¿Cómo ha evolucionado su relación con este sector?
La ganadería es mi raíz. Crecí en San Javier, ayudando a mi familia con el ganado. Hoy, tengo mi hacienda ganadera que produce carne de calidad, criada en pastura. Esto significa que las vacas crecen libres, alimentadas naturalmente, ideal para los mejores restaurantes de Santa Cruz. Entrego el ganado vivo a frigoríficos como Frigor, que lo comercializan al mercado local y, en algunos casos, a mercados de exportación, porque mis campos cumplen con certificaciones de calidad. La ganadería no es solo negocio; es una forma de vida. Me encanta estar en el campo, ver los árboles, cuidar el suelo, respetar el medio ambiente. Paso tres o cuatro días a la semana en mi hacienda, y es como recargar energías. Es un compromiso con la tierra y con Santa Cruz, que sigue siendo una región ganadera de corazón.
Su incursión en el mundo del vino, con Uvairenda y ahora Valle Hermoso, es fascinante. ¿Cómo nació esta pasión y qué significa para usted?.
El vino siempre me gustó, como el whisky o un buen café. Es parte de mi vida: compartir una copa con amigos, disfrutar una comida. Pero mi entrada al mundo del vino fue gracias a mi hijo Gustavo, cuando hizo pasantía en el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) en Washington, y conoció a Francisco Roig, un apasionado por el vino y por Samaipata. Francisco, fundador de Uvairenda, le transmitió esa pasión a mi hijo, y un día me dijo que quería ser socio de la bodega, y yo lo apoyé en todo. Y hoy Uvairenda con sus vinos 1750 es un éxito vitivinícola por sus vinos de alta calidad. Exportamos a seis o siete países y ganamos cuatro medallas en 2022: un Gran Oro en Bacchus con nuestro Cabernet Sauvignon 2019, un Gran Oro y un Oro en Virtus Portugal con el Cabernet Sauvignon Gran Reserva y el Tannat Gran Reserva, y un Oro en París con nuestro Pedro Giménez doble destilado, al que llamamos Sublime.
Uvairenda, que significa “lugar de la uva” en guaraní, refleja nuestra identidad cruceña y el legado indígena de Samaipata. La bodega, con 17 años de historia, empezó con una cosecha modesta de 800 botellas de Tannat, Cabernet Sauvignon y Syrah. Una tesista chilena, enviada por un profesor que admiraba el proyecto, nos ayudó a embotellar esa primera cosecha. No era perfecta, pero tenía potencial. Año tras año, con el apoyo de este mentor chileno y su equipo, mejoramos hasta alcanzar vinos de clase mundial. Francisco Roig es el alma de Uvairenda, que nos inspira; él sabe de vino, yo solo lo disfruto.
Recientemente, mis hijos incursionaron en la bodega Valle Hermoso, un viñedo de 6 hectáreas a 2.000 metros de altura, a 7.5 kilómetros de Samaipata. Vallehermoso es un paraíso: suelos ricos, viento fresco, vistas espectaculares. Tiene cortinas de pinos para proteger las vides del viento y producimos algo de duraznos y zarzamora. Aunque Vallehermoso no tiene bodega propia, vinificamos en Uvairenda, que también presta servicios a otros productores de Samaipata. Mi sueño es que Santa Cruz se consolide como una región vitivinícola de referencia en América, junto a las seis o siete bodegas que ya están surgiendo.
El café es otra de sus pasiones. ¿Cómo empezó a cultivarlo y qué representa en su vida?
El café es puro placer. Empecé a cultivarlo en pequeña escala en mi propiedad, produciendo unos pocos kilos, suficientes para compartir con amigos, pero no para vender. Es cosechado a mano entre marzo y abril, y lo llevo a tostar en Alto Tostado, una empresa de un amigo que hace un trabajo impecable. El café recién tostado, como el que probamos hoy, tiene un aroma y sabor que no se compara.
No es un negocio; es una experiencia. Me meto con mis trabajadores a cosechar, a despulpar, a disfrutar el proceso. Es como el vino: lo hago porque me gusta, porque me conecta con la tierra y con la gente. Invito a amigos a mi oficina o a mi casa en San Javier, y compartir un espresso de mi cosecha es una forma de celebrar la vida.
También es cónsul honorario de Guatemala. ¿Cómo llegó a ese rol y qué significa para usted?
Fue una casualidad que se convirtió en un honor. Hace años conocí al embajador de Guatemala en Lima, concurrente para Bolivia, y me propuso ser cónsul honorario. Acepté porque me pareció una oportunidad para conectar dos países que comparten mucho: cultura, historia, espíritu emprendedor. La cancillería guatemalteca es eficiente, y he aprendido mucho de ellos. Es un rol que me permite representar a Guatemala en Santa Cruz, facilitando relaciones comerciales y culturales, y me enorgullece ser un puente entre ambos pueblos. No ocupa todo mi tiempo, pero lo hago con la misma pasión que pongo en todo lo que hago.
Habla mucho de pasión. ¿Cómo combina tantas facetas banca, ganadería, vino, café, consulado en su día a día?
La clave es que ya no tengo la presión de un trabajo diario. Como director del banco, tengo una oficina donde paso algunas horas, pero mi tiempo es flexible. Paso tres o cuatro días en mi ganadería, voy a Samaipata, y el resto lo dedico a compartir con amigos, cocinar o viajar.
La pasión es lo que une todo. No me meto en algo si no me gusta. Por ejemplo, corrí medias maratones durante 12 años, en varios países, no porque fuera bueno, sino porque me divertía. También hice ciclismo de montaña y carretera. Ahora, con las rodillas desgastadas, me enfoco en cocinar, invitar amigos y disfrutar la vida. Todo lo que hago banca, ganadería, vino, café es una extensión de esa filosofía: hacerlo con gusto y con propósito.
Su familia parece ser un pilar en tus proyectos. ¿Qué rol juegan sus hijos y su esposa en sus negocios, especialmente en Uvairenda y Valle Hermoso?
Mi familia es el corazón de todo lo que hago. Mis hijos y mi esposa son mi apoyo constante, y cada uno aporta algo único. Mi hijo, que estudió en University of London, fue quien me conectó con Uvairenda. Su pasión por el vino me inspiró, y amplificó al conocer a Francisco Roig.
Mi esposa es mi compañera en la vida y en el disfrute de estos proyectos. No está en la gestión diaria, pero su entusiasmo por la buena comida, el vino y el café da un toque especial a todo. Cuando organizo cenas en casa, ella ayuda a crear el ambiente: una mesa con carne de nuestra ganadería, vinos de Uvairenda, café de nuestra cosecha. Es una crítica exigente; si un vino o un expreso no está a la altura, me lo dice [ríe]. Mi familia me mantiene conectado a la parte emocional de estos proyectos; sin ellos, serían solo negocios. Con ellos, son una celebración de la vida cruceña.
El grupo económico Mercantil Santa Cruz es un referente en Bolivia. ¿Qué otros negocios forman parte de él y cómo se integran en tu visión?
El grupo es diverso, pero cada negocio refleja nuestra visión de largo plazo. Además del Banco Mercantil Santa Cruz, en el brazo financiero hay una Sociedad Administradora de Fondos de Inversión (SAFI), una agencia de bolsa, una compañía de seguros y un broker de seguros. Fuera del sector financiero, está Las Brisas, un centro comercial con oficinas en alquiler en la torre empresarial donde estamos, y Ardisa, una empresa de archivo digital. También operamos dos hoteles: el Hampton by Hilton en Santa Cruz y el Ritz en La Paz.
Hablando de crisis, ¿cómo han afectado los desafíos económicos y los bloqueos a sus negocios, especialmente al hotel y al banco?
Las crisis son parte de la historia de Bolivia, y esta no es la primera que enfrentamos. Los bloqueos y paros afectan al hotel, porque las reservas se cancelan cuando la gente no puede viajar. Pero los hoteles siguen funcionando bien, con una clientela leal y un servicio de calidad. El banco, por su parte, está preparado, tenemos previsiones sólidas para incobrables, una visión de largo plazo y un compromiso con el cliente. La agencia nueva en el Tercer Anillo y Avenida Beni es prueba de que no bajamos los brazos.
En el grupo Mercantil, vemos las crisis como oportunidades. La bonanza y la recesión son ciclos, y estamos ahí para ambos. El banco, con 121 años, ha sobrevivido a todo: revoluciones, hiperinflación, cambios de moneda. Nuestra filosofía es anticiparnos, adaptarnos y seguir creciendo. La ganadería y el vino también son resilientes; la tierra no se detiene, y la demanda de productos de calidad siempre está.
¿Qué consejo le darías a nuestros lectores para enfrentar estas crisis, basado en su experiencia?
Lo primero es mantener la calma y pensar a largo plazo. Las crisis pasan, pero la preparación y la resiliencia son clave. En el banco, siempre hemos tenido previsiones sólidas y una visión de futuro. En la vida personal, diría: rodéate de buena compañía, toma un buen vino, un café rico, come carne de calidad y conversa. Hablar con amigos, con gente diversa, te ayuda a anticiparte a lo que viene, ya sea una bonanza o una caída.
La pasión también es fundamental. No te metás en algo solo por dinero; hacelo porque te gusta. Yo no estaría en el vino si no me emocionara compartir una copa, ni en el café si no disfrutara. Y nunca subestimes el poder de la comunidad. En Uvairenda, nuestro mayor activo es el capital humano: gente como María Eldy Contreras, nuestra ingeniera química, que dirige la producción con una pasión que contagia. Esa pasión es lo que nos hace fuertes, en los negocios y en la vida.
¿Qué nuevos proyectos tiene en el horizonte?
Estoy feliz con lo que tengo, pero siempre abierto a oportunidades que me apasionen. Uvairenda es parte importante de Samaipata, para hacer esta zona una región vitivinícola y turística de referencia. En la ganadería, estoy explorando formas de hacerla aún más sostenible, con prácticas que cuiden el suelo y el agua. No busco nuevos negocios por crecer, sino por disfrutar. Si no hay pasión, no hay proyecto.
Para cerrar, ¿puedes compartir una anécdota memorable de su viaje en el mundo del vino?
Una de las más especiales fue enterarme de que nuestro vino 1750 se sirvió en la Casa Blanca durante el gobierno de Biden. Fue en un cóctel, y saber que nuestro vino blanco Pedro Giménez, llegó a un evento tan exclusivo que nos llenó de orgullo. No estuve ahí, pero imaginar a líderes mundiales brindando con un vino de Samaipata fue increíble.
Otra anécdota que atesoro es más personal. Cuando probé la primera cosecha de Uvairenda, hace más de 10 años, no era perfecta, pero me emocionó. Era el comienzo de algo grande, y compartir esas primeras botellas con mi familia y amigos, fue como plantar una semilla. Hoy, cada vez que abro una botella premiada, recuerdo ese momento y lo mucho que hemos crecido. Invito a los lectores a visitar Samaipata, probar nuestros vinos, la buena comida, la hospitalidad del pueblo, su clima y sentir la pasión que ponemos en cada gota.
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