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1 de febrero de 2025
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Luis Fernando Guzmán
Construyendo una cultura del vino en Bolivia

Luis Fernando Guzmán es el fundador de Vinalt, una empresa que impulsa la distribución de vinos bolivianos y extranjeros en Bolivia. Además, es uno de los organizadores clave del Wine Fest, un evento que promueve la cultura del vino, expandiéndose de La Paz a Santa Cruz, con un enfoque en la calidad y aprendizaje.

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Estamos aquí con Luis Fernando Guzmán Bejarano, más conocido por sus amigos como Luchito, para Revista VID. Querido Luis, cuéntanos, ¿cómo empezó tu interés por el vino? ¿Recuerdas algún momento clave, tal vez en tu época de colegio, que te llevó a este fascinante mundo?

Bueno, desde pequeño fui un niño bastante extrovertido, siempre he sido de los que no tienen miedo de hablar en público o de expresarse. Estudié Ingeniería Ambiental, una carrera que siempre me permitió mantenerme cerca de temas sociales y medioambientales. Ya en la universidad, comencé a trabajar en proyectos de cooperación internacional, y fue ahí donde se presentó la oportunidad que me acercó al mundo del vino. Era un proyecto de sustentabilidad vitivinícola a través de una colaboración alemana.

Todo lo que había aprendido sobre medio ambiente en la universidad, lo apliqué en el sector vitivinícola para impulsar la producción de vinos con un enfoque ambiental.

¡Qué interesante! ¿Cuántos años tenías cuando comenzaste con este proyecto de cooperación?

Debía tener unos 25 años cuando surgió esta oportunidad. Un jefe holandés me propuso liderar un programa de vino, orientado a ayudar a la gente de Tarija, y así fue como empecé a trabajar en un mecanismo de cooperación triangular entre Bolivia, Alemania y otro país de la región, que finalmente fue Chile. En uno de mis viajes a Chile, aproveché unos días extra para visitar bodegas de todo tipo, tocando puertas hasta que Santa Rita se mostró interesada.

Santa Rita exportaba vino, pero le propuse que también exportara conocimiento y ayudara a las bodegas bolivianas a mejorar sus procesos ambientales. Aunque al final no pudimos negociar con Chile directamente por un tema de acuerdos entre países, Santa Rita tenía una filial en Argentina, y así comenzamos el proyecto entre Bolivia, Argentina y Alemania.

Entonces, aunque no fue posible realizar la cooperación directamente con Chile, lo hicieron a través de su bodega en Argentina, Doña Paula, ¿correcto?

Exactamente. Además, también trabajamos con el gobierno de Mendoza, porque necesitábamos un socio gubernamental en el proyecto.

Avancemos unos años... Antes de todo esto, ¿ya te gustaba el vino? ¿Había una cultura del vino en tu casa, o cómo fue tu primer acercamiento?

En realidad, no crecí en una casa donde se tomará vino. Fue más adelante, cuando conocí a Naira, quien ahora es mi esposa, que empecé a interesarme. Nos conocimos muy jóvenes, yo tenía unos 18 o 19 años, y a ella sí le gustaba el vino.

Y en ese entonces, ¿tu bebida preferida era el singani?

En realidad, no era de beber mucho. Aunque cuando lo hacía, prefería ron o fernet, eran mis tragos de cabecera. Sin embargo, con el tiempo mi paladar ha cambiado completamente.

Entonces, cuando conociste a Naira, ¿fue ella quien te fue introduciendo al mundo del vino?

Sí, ella ya era aficionada. Cuando íbamos a comer, siempre pedía un buen vino. Así que, en lugar de regalarle chocolates, que no le gustaban, yo optaba por regalarle vino, ya que sabía que lo disfrutaba. Así comenzó mi cercanía con el vino, y luego, con el tiempo y mi trabajo enfocado en el medio ambiente, todo se fue conectando.

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Vinalt nació con el sueño de dar a conocer el vino boliviano de alta calidad.

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Imagino que, en tu trabajo, especialmente en reuniones de la Unión Europea, el vino debe ser una constante, ¿no?

Sorprendentemente, no tanto. En realidad, trabajaba mucho con cooperativas y el gobierno boliviano, y en esos espacios no se promovía tanto el consumo de vino. Sin embargo, el verdadero cambio llegó cuando mi jefe, un apasionado del vino, visitó Tarija. Se enamoró del lugar y de su gente, y fue entonces cuando decidió que quería impulsar un programa vitivinícola para apoyar a la región. Así nació el proyecto y, con él, mi pasión por el vino.

¿Y en qué consistía ese proyecto de cooperación?

La primera fase del proyecto duró cinco años, pero los primeros dos se centraron en mejorar la eficiencia en el uso del agua y la energía dentro del sector vitivinícola. Buscábamos reducir la huella hídrica del vino, dado que en Bolivia es necesario regar los viñedos. A diferencia de Europa, donde muchas cosechas son de secano, aquí el riego es imprescindible, lo que conlleva un gran uso de agua. Entonces, enseñamos a los productores cómo optimizar el riego, estresar ligeramente las plantas para mejorar la calidad de la uva sin usar más agua de la necesaria.

Y, cuando inicias este proyecto en Tarija, ¿cómo comenzó todo? ¿Qué bodegas nacionales participaron? Imagino que no todas pudieron ser parte del programa, ¿verdad?

Correcto. Trabajamos en colaboración con la Asociación Nacional de Industriales Vitivinícolas (ANIV). El proyecto estaba dirigido a todas las bodegas afiliadas a ANIV, que en ese momento representaban alrededor del 80% de la producción de vino boliviano. Nuestro enfoque era abarcar a todo el sector, no solo a una bodega en particular. Para iniciar el proyecto, organizamos un primer viaje a Alemania con todas las bodegas, donde tuvimos la oportunidad de conocer tecnologías de vanguardia y aprender sobre prácticas más sustentables en la producción de vino.

Visitamos universidades y bodegas en Alemania para entender cómo utilizan eficientemente el agua y la energía en los procesos de vinificación, optimizando el lavado de ductos y otras operaciones industriales. Fue una experiencia reveladora, especialmente porque aunque los contextos de producción en Alemania y Bolivia son muy diferentes, compartimos el mismo objetivo de mejorar la eficiencia.

Ya que mencionas los residuos en la producción vitivinícola, ¿trabajaste previamente con temas relacionados con el tratamiento de residuos del mosto, que es uno de los principales desechos del vino?

Sí, desde antes de este proyecto ya trabajaba con residuos sólidos, aguas y alimentos. Siempre he estado muy involucrado en procesos de producción más limpia en fábricas de diferentes sectores. Con ese enfoque, asesoré a las bodegas en cómo gestionar sus residuos y optimizar sus procesos para minimizar su impacto ambiental.

Entonces, ¿este proyecto se extendió durante cinco años?

Exacto, tuvo una duración de cinco años. La primera fase se centró en mejorar la eficiencia en el uso del agua y la energía, pero luego avanzamos hacia algo mucho más grande: creamos el Código de Sustentabilidad de la Vitivinicultura Boliviana. Además, redactamos guías para el uso eficiente del agua y la energía en las bodegas. También llevamos a los productores a países como España, Chile, y Argentina para aprender nuevas tecnologías y sistemas de riego.

No solo nos enfocamos en las bodegas, sino también en los productores campesinos que suministran la uva. Por eso, organizamos viajes a Mendoza, donde pudieron aprender nuevas técnicas de riego. Fue un proyecto muy completo, con un fuerte enfoque en la sostenibilidad y en la capacitación tanto de bodegas como de pequeños productores.

Es difícil aplicar un modelo externo al 100% en Bolivia. Sin embargo, de todos los países que visitaron —Alemania, España, Chile, Mendoza—, ¿cuál les permitió traer la mejor idea para adaptarla a nuestro sistema?

Ha sido una combinación de varios. Chile tuvo mucha influencia, principalmente por su Código de Sustentabilidad, ya que casi todas las bodegas chilenas están afiliadas a Wines of Chile, que promueve este código basado en acciones ambientales, sociales y económicas. Sin embargo, también hemos adaptado elementos de los modelos de Nueva Zelanda y Sudáfrica.

¿Y estos modelos y códigos que han implementado ayudan solo a las bodegas afiliadas a ANIV o también a otras fuera de esta asociación?

Solo a las bodegas de ANIV. Es un servicio exclusivo para nuestros socios. Todas las bodegas afiliadas están certificadas bajo el Código de Sustentabilidad.

¿ANIV incluye únicamente a los productores de Tarija o también a otros de lugares como Cinti?

También a productores de otras regiones, como Samaipata. Por ejemplo, la bodega 1750 (conocida como Uvairenda) forma parte de ANIV.

Para aclarar a nuestros lectores, 1750 es una bodega reconocida de Samaipata. ¿Ellos también están suscritos al Código de Sustentabilidad?

Así es. Si visitas su bodega, verás el sello del Código de Sustentabilidad. Aunque es pequeño, está presente, y todos han adoptado este compromiso ambiental para mejorar continuamente.

Desde tu experiencia, ¿cómo beneficia este código a las bodegas, tanto a nivel de conciencia ambiental como en términos de distribución y exportación?

Es una estrategia enfocada principalmente en el mercado internacional. Bolivia aún es pequeña en términos de producción, pero debemos tener estrategias de venta claras para el exterior. No solo somos vinos de altura, sino también vinos sustentables, que cuidan el medio ambiente. Esto es algo que los consumidores europeos valoran mucho: buscan productos más orgánicos y naturales, con un menor impacto ambiental. Esta certificación es un valor añadido en nuestras exportaciones.

Hablando de exportaciones, ¿cuál es el principal destino de los vinos bolivianos?

Estados Unidos. Actualmente, este es el mercado más importante para nosotros. El Singani ha ganado popularidad, y los vinos bolivianos se encuentran en los mejores bares de Los Ángeles y en supermercados en Washington D.C.. La comunidad boliviana también es un gran apoyo, pero en general, los vinos están encontrando su lugar en varios estados.

Entonces, volviendo a tu carrera profesional, desarrollaste estos proyectos de cooperación alemana-boliviana. ¿En qué momento surge la idea del Wine Fest? Imagino que vino antes que Vinalt.

Sí, Wine Fest nació como evento en 2018, pero desde 2016 ya estábamos pensando en hacer algo por el vino boliviano. En La Paz no existía un festival de vinos, y vimos una oportunidad.

¿Y no había algo similar en otras ciudades?

En Santa Cruz ya existía el Festival de Vinos y Quesos, pero en La Paz nunca hubo un evento consolidado. Hubo algunos intentos, pero no llegaron lejos. Con pocos recursos en 2018, decidimos crear el primer Wine Fest, aunque las bodegas aún no confiaban del todo en la idea. Sin embargo, gracias a mi experiencia con la cooperación y las relaciones con los gerentes de bodegas, logramos que apostaran por el proyecto. Fue un reto, pero lo hicimos.

¿Cómo fue esa primera experiencia?

El primer Wine Fest fue en el Centro de Eventos Mediterráneo de La Paz, un lugar hermoso. Lamentablemente, llovió y hacía frío, así que no tuvimos la asistencia que esperábamos. Aún así, fue un mini éxito al ser el primer festival de vinos en La Paz.

¿Y en 2019?

Repetimos locación y ya teníamos más recursos. Invertimos en mejores estructuras y las bodegas volvieron a confiar. Duplicamos la asistencia, y esta vez nos aseguramos de tener una carpa para evitar problemas con la lluvia. Además, ya contábamos con auspiciadores.

¿Y en 2020 no hubo festival por la pandemia, cierto? ¿Qué pasó en 2021?

En 2021 organizamos dos eventos, uno de ellos fue el Wine Fest Village en el Espacio Ambiente Libre. Pero lo más importante fue que lanzamos la primera Guía de Vinos y Singanis de Bolivia.

¡Así fue como te contacté! Estaba armando Wine Store y mis vinos no salían de aduana. Alguien me recomendó tu guía y así te escribí.

Esa guía marcó un antes y un después en el vino boliviano. Desde entonces, han surgido muchos vinos y bodegas nuevas. Nuestra guía ha sido descargada más de 150 mil veces en 38 países. Era gratuita, con el propósito de que la gente conociera Bolivia a través del vino. Hasta hoy, la siguen pidiendo.

Me imagino que sí. ¿Cuándo se viene la segunda parte de esta guía?

Creemos que estará lista para 2025. Nos ha tomado tiempo centralizar toda la información porque ahora hay muchas más bodegas y vinos. Queremos hacer algo más elegante, mejorar la calidad de las fotos y asegurar que no falte ningún detalle. Es un trabajito, pero ya estamos en eso.

En 2022, Wine Fest cambió de concepto y locación. Ya no pudimos hacer el evento en el Centro de Eventos Mediterráneo, pero encontramos un nuevo hogar en el Club de Tenis La Paz. Como soy socio, nos abrieron las puertas, y pudimos hacer algo elegante. Ese año, después de la publicación de la guía, Wine Fest realmente ganó reconocimiento. La gente estaba emocionada por asistir.

¿Cómo fue en 2023?

Repetimos locación y duplicamos el número de visitantes. Para 2024, seguimos creciendo en asistencia. Lo que más nos encanta es que el público paceño es muy conocedor del vino. Hacen preguntas y eso es lo que más nos motiva.

Desde 2023, somos parte del movimiento mundial Wine in Moderation, que promueve un consumo responsable. Se basa en tres pilares: escoger bien el vino, compartirlo con amigos y cuidar lo que consumes. Creemos que es importante respetar lo que bebemos, porque detrás de cada copa hay mucho trabajo, especialmente en Bolivia, donde la viticultura es muy manual.

Claro, el proceso en Bolivia debe ser más costoso.

Exactamente. Hemos realizado el primer observatorio vitivinícola de Bolivia con el proyecto de Cooperación Triangular, y con esto creamos la Fundación PEDIV (Fundación para la Promoción Estratégica Vitivinícola). También desarrollamos el Plan Estratégico Vitivinícola 2040 para Tarija. Este observatorio recopila toda la información vitivinícola del país, incluyendo tesis y estudios relacionados con el vino.

¿Qué falta para integrar todos los valles vitivinícolas de Bolivia?

De los nueve departamentos, en seis se produce vino: La Paz (Luribay, Zapaquí), Cochabamba (principalmente Valle Bajo y Valle Alto), Chuquisaca (Valle de Cinti), Potosí (Tupiza), Tarija, y Santa Cruz (Valles Cruceños). Cada uno tiene su propia identidad, y creo que estamos en el camino para integrarlos a través de estos proyectos.

Y hablando de denominaciones de origen, ¿cuáles de estas seis zonas tienen esa certificación?

En Bolivia, la única zona con denominación de origen es el Valle de Cinti. Sin embargo, también tenemos el singani con denominación de origen a nivel nacional, aunque su producción se concentra en los Valles de Tarija, el Valle de Cinti, Cotagaita, y Luribay.

Desafortunadamente, no se puede producir singani en Samaipata, a pesar de que las uvas blancas crecen muy bien ahí, porque la denominación de origen está restringida legalmente a esas áreas desde hace unos 15 años.

¿Qué se necesita para lograr una unificación del vino en Bolivia?

Creo que necesitamos un fuerte sentido de orgullo nacional. Todos nuestros vinos son de altura, y ese debe ser nuestro mensaje al mundo. No tenemos viñedos por debajo de los 1600 metros sobre el nivel del mar, lo que es único y debería ser nuestra bandera.

En comparación, Chile no tiene viñedos por encima de los 1100 metros, ¿cierto?

Exactamente. Esa es nuestra gran diferencia con Chile. En Argentina sí tienen viñedos en altura, pero lo que nos distingue es que toda nuestra viticultura empieza desde los 1600 metros, mientras que en Argentina y otros lugares del mundo hay viñedos a todo tipo de altitudes.

Entonces hacen Wine Fest La Paz, se cambian de locación, se van al Club de Tenis y entre medio de eso nace Vinalt.

Entre medio de eso nace Vinalt, otra vez por una necesidad de dar a conocer, ¿no? Porque yo siempre he dicho, ¿por qué estos vinazos de bodegas medianas, chicas, no se conocen? Durante la pandemia, que todos estábamos encerrados, nace el Grupo Vivino. Ese fue un pasito previo a Vinalt, porque el Grupo Vivino nació junto con la revista Cosas, con Carlita Tajerina y un grupo lindo de amigos que no nos conocíamos entre nosotros. La gran mayoría no se conocía en nada, quizás habíamos escuchado de alguna persona, pero no había más contacto.

Entonces se hace el Ranking de Vivino, por eso se llaman los Grupos Vivinos de Ranking de Vivino, el Top 10 de los mayores consumidores de vino. Luego, como no éramos tantos, lo expandimos al Top 20. Nos juntamos por primera vez en un Zoom, en plena pandemia, cuando todo estaba cerrado, y la tarea era llevar un vino para hablar de él y compartirlo con los demás. Ahí teníamos con Naira, mi esposa, un vino que nos encanta mucho: Carmelo Patti, de Argentina, que conocimos mucho antes de que existiera todo este tema de contrabando. Es un vinazo de un productor mendocino.

Y dije, bueno, además porque se llama como mi abuelo, que tiene 99 años, este es mi vino, Carmelo. Así arrancamos la charla con los vivinos. Pasaron las sesiones y seguíamos, cada semana nos veíamos, dos de la mañana, tres de la mañana, acabábamos hablando solo de vino. Cada uno en su casa, en su computadora, sin salir, pero hablando de vino con sus amigos, tomando una copa, una botella o incluso dos botellas.

¿Y de ahí yo empiezo y les digo: “Chicos, ¿han probado este vino boliviano?” No. “¿Han probado este otro?” Tampoco. Entonces les dije: “Les voy a ver la forma de que les llegue a sus casas”. Yo me encargaba de llamar a la bodega en Tarija y les decía: “Chicos, manden por favor vinos”. Yo ya veía la forma de que llegaran a La Paz, y me encargaba de entregarlos en sus casas, a todos.

Uno de los vivinos, mi socio actual en Vinalt, me dijo: “¡Qué joya! Yo soy muy dedicado a consumir vino internacional, pero qué joya, ¿cómo no puedo conseguir esto de manera fácil en los supermercados? Hagamos una empresa, quiero que estos vinos se vendan. Quiero ayudar a los productores bolivianos a que demos a conocer sus vinos, así como tú me has hecho conocer a mí. Quiero que todos los conozcan”.

Así nace Vinalt, con la idea de dar a conocer el vino de estas bodegas medianas, que hacen muy buen vino de calidad, en las salas de los supermercados. Los supermercados eran nuestro principal enfoque, porque no es lo mismo que tú, siendo una pequeña bodega, vayas a entregar un pedido de seis botellitas al Hipermaxi o al Ketal. Te vas a comer una fila de cuatro horas por una caja de vinos, sin mucha rentabilidad. Y si llega la Pil o la Coca Cola antes, estás frito, porque cuentan ítem por ítem. Si ese día llegan a dejar carne, no vas a entrar. Entonces la idea era juntar varias bodegas y, con volumen, nosotros nos encargamos de entrar a los supermercados. Claro, nosotros nos comíamos la fila.

Vinalt nace en 2021 con un solo trabajador, y ahora tenemos una planilla de 15 personas, tres ciudades… Realmente ha crecido con el sueño de dar a conocer el vino boliviano. Vinalt nace con vinos de altura, pero ahora nos hemos diversificado. Tenemos vinos franceses, vinos argentinos… No, vinos franceses, vinos españoles y vinos chilenos. Dentro de nuestro portafolio, tenemos diferentes gamas, con más de 200 referencias, y creemos que nos hemos consolidado como la distribuidora más importante de vino, o al menos la distribuidora especializada en vino. Ese es nuestro enfoque y queremos seguir manteniéndolo.


¿Cómo es que deciden llegar a hacer Wine Fest Santa Cruz?

Bueno, el 50% del mercado del vino en Bolivia lo consume Santa Cruz. Entonces, siempre fue un motivo, ¿no? Siempre fue un tema de vámonos a Santa Cruz, hagamos, porque queremos replicar el Wine Fest, que es un lindo espacio de consumo, es un lindo espacio de intercambio. Decimos, Santa Cruz merece tener un festival bonito, donde pueda ir a aprender y conocer más del vino boliviano.

Y vimos una ventana de oportunidad para este 2024 que se dio, y dijimos: “Ok, vamos, invirtamos, hagamos un evento lindo”. Encontramos un lugar espectacular, que es el Colegio Santa Ana. Dimos: “Es el lugar, es nuestro año, es nuestro momento, vamos para adelante”. Las bodegas nos han pedido desde hace dos años: “Por favor, vayan a Santa Cruz, el evento de La Paz es tan lindo, queremos uno bien puesto y de calidad en Santa Cruz”. Así que ha sido también una insistencia de las bodegas.

¿Por qué crees que no, no sé, o sea, bueno, ya existía el vino y queso, que era un evento más bien popular?

El Festival de Vinos y Quesos era un evento lindo, con buena cantidad de bodegas, donde podías conocer y aprender, pero se centraba mucho en el espectáculo y en los artistas. La gente ya no iba por el vino, iba por el artista.

¿Que este año no hubiera vino y queso fue o no fue un factor, digamos, para que ustedes decidieran?

Fue un factor porque nosotros siempre hemos respetado el trabajo de Vinos y Quesos y su actividad de promoción. Entonces dijimos: “Bueno, como no hay Festival de Vinos y Quesos, hagamos nuestro festival”.

¿Cuáles son tus expectativas con el Wine Fest Santa Cruz?

Es un mercado difícil, es la primera vez que lo hacemos, pero creemos que al consumidor cruceño le encanta vivir bien, disfrutar de buen vino y aprender. Así que creo que será un espacio donde se sentirán cómodos. Sin embargo, es una ciudad donde hay que trabajar con otra estrategia, y estamos invirtiendo mucho más en montar el evento, al menos tres veces más que en La Paz. Estamos apostando y arriesgando, y vamos a promoverlo intensamente, como por ejemplo, al estar en un partido internacional de fútbol con publicidad.

Pero aquí cuesta un poco más por la temperatura.

Sí, porque tomarse un vino frío es muy agradable. Un vinito rosado se disfruta mejor frío, y el tinto hay que saber jugar con su servicio, porque no es lo mismo servirlo a 7 grados como hacen muchos restaurantes, que a 25 o 28.

La Paz y Cochabamba tienen una ventaja climatológica, al igual que Tarija, para el servicio del vino.

Así es, en La Paz y Cochabamba tenemos un servicio ideal para el vino. Nuestras cavas no necesitan refrigeración y están muy bien controladas climáticamente. Aquí en Santa Cruz es más complicado porque hay que mantener la temperatura y condiciones óptimas para los vinos.

Buenísimo. Querido Luis, muchísimas gracias por la entrevista. Ha sido una oportunidad de conocerte y destacar tu historia vitivinícola y tu aporte a la industria nacional. Te deseamos un gran éxito en el Wine Fest Santa Cruz.

© Copyright – Club de Vinos

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