
Patricia Medoza – Una vida entre viñedos patrimoniales viejos, desde D. O. Valle de Cinti al mundo
1 de febrero de 2025
James Suckling – El crítico que redefine el mundo del vino
1 de junio de 2025
Patricia Medoza – Una vida entre viñedos patrimoniales viejos, desde D. O. Valle de Cinti al mundo
1 de febrero de 2025
James Suckling – El crítico que redefine el mundo del vino
1 de junio de 2025Alexander Vik
El visionario detrás de la Viña VIK
Alexander Vik, empresario noruego-uruguayo, atleta incansable y apasionado por el arte, ha transformado un terreno olvidado en el Valle de Millahue, Chile, en una de las viñas más reconocidas del planeta. Fundador de Viña VIK, elegida la segunda mejor viña del mundo en 2024 por World’s Best Vineyards, Vik combina su visión empresarial con un amor profundo por el vino, la arquitectura y la sostenibilidad. Desde su infancia en Suecia hasta sus ambiciosos proyectos en Brasil, esta entrevista recorre la vida de un hombre que, junto a su esposa Carrie, ha creado un legado que trasciende fronteras.
Alexander, gracias por compartir tu historia con nosotros. Queremos empezar por tus orígenes. ¿Quién es Alexander Vik y cómo llegaste a interesarte por el mundo del vino?
Es un placer estar aquí. Soy hijo de una madre uruguaya y un padre noruego, criado entre Suecia y las Islas Canarias. Desde joven, me atrajeron los negocios, inspirado por mi padre, Eric, un empresario que siempre me animó a pensar en grande. Estudié Economía en Harvard, donde conocí a mi esposa, Carrie, en los años 70. Ella tenía una fábrica artesanal de helados en Boston, y yo fui su primer empleado, ¡pagado en helados! [ríe]. Fue el comienzo de nuestra historia, que nos llevó a casarnos en 1982 y, décadas después, a proyectos como Viña VIK.
Mi interés por el vino nació en los 90, cuando empecé a visitar viñas con amigos en Europa y Estados Unidos. Lo que era una afición se convirtió en una pasión. No soy enólogo; soy empresario, hago mucho deporte, sigo activo en el sector tecnológico, pero el vino es mi “profesión por amor”. Cuando termino mis otros compromisos, me sumerjo en este mundo con todo el corazón. Carrie comparte esa pasión y ha sido clave para darle un alma artística a nuestros proyectos. Ella aporta la creatividad, mientras yo me enfoco en la estrategia.
Tu trayectoria empresarial es impresionante. ¿Cómo construiste la base que te permitió emprender un proyecto tan ambicioso como Viña VIK?
Siempre quise ser empresario, siguiendo los pasos de mi padre. Tras graduarme de Harvard, trabajé en fondos de inversión y compañías de seguros, aprendiendo a gestionar riesgos y oportunidades. En los 90, di un salto al sector tecnológico con Xcelera, una empresa que adquirió decenas de startups durante el boom de las punto com. En su momento más alto, Xcelera alcanzó un valor bursátil de 10.000 millones de dólares, lo que me dio la libertad financiera para explorar proyectos que me apasionaran, como el vino y la hotelería de lujo.
Pero no estaba solo en esto. Carrie tiene su propia trayectoria empresarial. Después de estudiar Sociología en Tufts, trabajó en General Electric en Nueva York y luego se dedicó a los bienes raíces, comprando propiedades y subdividiéndolas en oficinas. Su experiencia en gestión y su ojo para los detalles fueron esenciales cuando empezamos Viña VIK. Somos un equipo complementario: yo pienso en los números y la visión global, y ella en la estética y la experiencia humana. Además, nuestra colección de arte, que empezamos a construir hace décadas, nos dio una perspectiva única para integrar creatividad en los negocios. Compramos arte para vivir con él, no para guardarlo, y eso se refleja en todo lo que hacemos.
Queríamos el mejor terroir del mundo para hacer el mejor vino del mundo.
¿Cómo llegaste a Chile y por qué elegiste el Valle de Millahue para fundar Viña VIK?
Todo comenzó en 2004, cuando decidimos buscar el mejor terroir del mundo para crear el mejor vino tinto del mundo. No era un objetivo modesto [ríe], pero queríamos algo que marcara un estándar global. Durante dos años, trabajamos con un equipo de geólogos, climatólogos y agrónomos, analizando más de 100 fundos en Chile, Argentina y Uruguay. Chile no estaba inicialmente en mi radar; solo había estado aquí una vez, en 1982, para mi luna de miel con Carrie en Santiago y Farellones, porque ambos amamos esquiar. Pero los datos nos llevaron al Valle de Millahue, en la Región de O’Higgins, y cuando lo vimos, supimos que era el lugar.
Millahue tiene algo único: un túnel de viento natural entre el Pacífico y los Andes, que refresca los viñedos al mediodía y baja la temperatura dos o tres grados más por la noche que en los terrenos vecinos. Esto, junto con suelos diversos, mucho cielo azul y luz intensa, crea condiciones ideales para la vid. Eran 4.400 hectáreas de malezas y arbustos, un terreno olvidado que vimos como un lienzo en blanco. Carrie y yo lo recorrimos a caballo, imaginando lo que podía ser. En 2006, fundamos Viña VIK con la meta de producir vinos premium que compitieran con los grandes de Bordeaux o Napa Valley.
Crear una viña desde cero debe haber sido un desafío enorme. ¿Cuáles fueron los mayores obstáculos en esos primeros años?
Fue un proyecto titánico, como construir una ciudad en el desierto. Los primeros ocho años fueron de inversión constante: limpiar el terreno, instalar sistemas de riego, electricidad, plantar viñedos, construir la bodega y el hotel. No había nada, solo la calidad del suelo. Algunos estiman que para 2011 ya habíamos invertido unos 20 millones de dólares, pero no me gusta hablar de cifras exactas porque el costo real fue el tiempo y la dedicación. Tuvimos que sostener el proyecto hasta que fuera autosustentable, lo que tomó casi una década.
Desde el punto de vista técnico, el mayor desafío fue entender el terroir. Dividimos el viñedo en 400 parcelas, cada una con suelos y microclimas distintos, y tuvimos que aprender a manejarlas individualmente. Contratamos a Cristián Vallejo, nuestro enólogo jefe, cuya experiencia fue clave para traducir la calidad del suelo en vinos excepcionales. También enfrentamos retos climáticos: en 2022, el calor redujo nuestra cosecha, y en 2023, lluvias inusuales aumentaron la producción un 25%. Cada año nos enseña algo nuevo.
Culturalmente, el obstáculo más grande fue la percepción global de los vinos chilenos. Chile tiene terroirs increíbles y productores que hacen vinos de clase mundial, pero en el mercado internacional se asocian con precios bajos y gran volumen. Si nuestro vino tuviera una etiqueta de Napa Valley, podría valer el doble. Convencer al mundo de que un vino chileno puede estar en el segmento premium, con precios promedio de 200 dólares FOB, requirió una estrategia de calidad implacable y un esfuerzo enorme en marketing. Por eso, entrar en La Place de Bordeaux en 2022 fue un hito transformador.
Hablas de La Place de Bordeaux. ¿Por qué es tan importante y cómo lograron acceder a este circuito?
La Place de Bordeaux es el mercado de vinos de alta gama más prestigioso del mundo, como el Wall Street del vino. Fundada en el siglo XI, está formada por 150 courtiers y 300 négociants que distribuyen vinos íconos a Asia, Europa y más allá. Originalmente, solo vendían vinos de Bordeaux, pero en las últimas décadas se abrió a productores de otros orígenes que cumplen estándares de excelencia: altos puntajes de críticos, reputación impecable, consistencia en las cosechas y una trayectoria sólida. Entrar en La Place no es solo un tema de distribución; te da acceso a la logística y el conocimiento del mercado más exigente del mundo.
Lograrlo tomó 16 años de trabajo. Empezamos a comercializar a través de La Place en marzo de 2022, con las cosechas 2019 y 2020, que son vinos elegantes, precisos, con la frescura del Nuevo Mundo y la fragancia de Bordeaux. Ese paso nos permitió llegar a nuevos mercados rápidamente, especialmente en Asia y Europa. En 2023, mientras muchas viñas chilenas enfrentaban un mercado global difícil, VIK creció más del 10% en ventas, con unas 60.000 cajas de 9 litros al año. La Place nos dio la red para posicionar VIK como un ícono global, pero el verdadero mérito es la calidad del vino y el equipo detrás.
Viña VIK ha sido reconocida como la tercera mejor viña del mundo en 2023 y la segunda en 2024 por World’s Best Vineyards. ¿Qué hace que tus vinos sean tan especiales?
Todo se reduce a una obsesión por la excelencia. Queríamos un vino con elegancia, precisión, tensión y movimiento, que combine la vitalidad del Nuevo Mundo con la sofisticación de Bordeaux. Cristián Vallejo, nuestro enólogo, es el arquitecto de esto. Trabajamos con cepas como Cabernet Sauvignon, Carmenère, Merlot y Syrah para nuestros tintos, y recientemente plantamos Marsanne, Vermentino y Roussanne para un futuro vino blanco, que esperamos lanzar en 2027.
El terroir de Millahue es nuestro mayor aliado. El túnel de viento crea una amplitud térmica única, preservando acidez y aromas. Nuestras 400 parcelas son manejadas como individuos, con riego mínimo para que las plantas busquen agua naturalmente. Esto produce uvas puras, que en la bodega se transforman en vinos con carácter. También somos sostenibles: construimos cuatro lagos para almacenar agua contra la sequía, usamos tecnología para optimizar el riego y estudiamos cómo hacer las plantas autosuficientes. Cada cosecha es una conversación con la naturaleza, y los resultados lo demuestran: nuestros vinos han recibido puntajes altísimos de críticos y el reconocimiento de World’s Best Vineyards valida no solo la calidad, sino la experiencia que ofrecemos.
La sostenibilidad es un tema crítico hoy. ¿Cómo enfrenta Viña VIK el cambio climático?
El cambio climático es el mayor desafío para la vitivinicultura, especialmente en Chile, donde la sequía es una amenaza constante. En 2022, el calor redujo nuestra cosecha, y en 2023, lluvias inusuales aumentaron la producción un 25%. No podemos asumir que el clima será predecible, así que nos enfocamos en resiliencia. Desarrollamos un sistema para que las plantas busquen humedad en el suelo, reduciendo el riego artificial. Construimos cuatro lagos para almacenar agua y tenemos un equipo de innovación que estudia soluciones contra la escasez.
Nuestra filosofía es intervenir lo menos posible. Ayudamos a la planta a producir la mejor uva de forma natural, y en la bodega dejamos que esa pureza se exprese. Usamos tecnología avanzada, como sensores de suelo y modelos climáticos, pero siempre en armonía con el entorno. La sostenibilidad no es solo una estrategia; es una responsabilidad. Queremos que VIK sea un modelo de cómo producir vinos excepcionales sin comprometer el futuro.
Viña VIK es mucho más que vino; es una experiencia que integra arte, arquitectura y hospitalidad. ¿Cómo nació esta visión holística?
Desde el inicio, quisimos que VIK fuera un destino donde el vino, el arte y la arquitectura se entrelazaran para crear algo inolvidable. No queríamos solo una bodega; queríamos un lugar que inspirara. La bodega, diseñada por el chileno Smiljan Radic, y el hotel, creado por el uruguayo Marcelo Daglio, se terminaron en 2014 y han sido destacados en revistas de arquitectura mundial. El hotel, revestido en titanio, aluminio y acero, tiene cabañas vidriadas, un lodge y obras de artistas como Roberto Matta, Anselm Kiefer, Gonzalo Cienfuegos, Carlos Leppe y Samy Benmayor.
Carrie es el alma de esta integración. Ella supervisó cada detalle, desde las pinturas en el lobby hasta piezas únicas como maniquís de ballet que diseñó o una mesa de vidrio con carretes de hilo que parecen flotar. Para nosotros, el arte no es decoración; es una forma de vida. No compramos obras para almacenarlas, sino para convivir con ellas. Trabajar directamente con artistas alimenta nuestra creatividad, y Carrie nunca delega esa parte. El resultado es un lugar que atrae a turistas de todo el mundo: desde visitantes que llegan en helicóptero hasta figuras como Coldplay o David Rockefeller. El hotel está ocupado todo el año, y nuestros restaurantes —Milla Milla, Pavilion y uno nuevo abierto en 2023— se nutren de una huerta orgánica de siete años. Es una experiencia completa: vinos de clase mundial, comida fresca, arquitectura vanguardista y un paisaje que quita el aliento.
Tu relación con Carrie parece central en todo esto. ¿Cómo se complementan en estos proyectos?
Carrie es mi socia en la vida y en los negocios. Nos conocimos muy jóvenes, y su energía creativa es lo que da alma a nuestros proyectos. Mientras yo me enfoco en la estrategia, los números y la logística, ella se asegura de que cada detalle tenga un propósito estético y emocional. Su formación en sociología y su experiencia en bienes raíces le dan una capacidad única para entender a las personas y crear experiencias que conecten.
Por ejemplo, en VIK, ella lideró la curaduría artística y la decoración del hotel, trabajando directamente con artistas para que cada espacio contara una historia. En Milán, cuando remodelamos el Vik Milano Gallery, Carrie trabajó incansablemente, incluso con un pie roto, para transformar un hotel sin alma en una galería viva. Yo tengo otros negocios en tecnología, así que a veces me dedico a estos proyectos “por la noche”, pero Carrie está siempre al frente, asegurándose de que todo refleje nuestra visión. Somos un equipo que se equilibra: yo soy la cabeza, ella el corazón.
Hablando de otros proyectos, tienes hoteles en Uruguay e Italia. ¿Cómo encajan con Viña VIK?
Uruguay es un lugar muy especial para nosotros. Mi madre es uruguaya, y desde 1987 viajábamos allá para presentar a nuestros hijos a la familia. En 2009, convertimos una casa en José Ignacio en Estancia Vik, un homenaje a la arquitectura colonial uruguaya, con materiales y artistas locales. Luego abrimos Playa Vik, Bahía Vik y Wanderlust, todos diseñados por Marcelo Daglio, con un estilo moderno y vanguardista. También tenemos un restaurante, Susana, en honor a mi madre. Estos hoteles se autofinancian y complementan a VIK porque comparten la misma pasión por la experiencia única: arte, naturaleza y hospitalidad de primer nivel.
En Italia, tenemos Vik Milano Gallery, en la galería Vittorio Emanuele II, frente al Duomo de Milán. Es un hotel urbano en un monumento histórico, con 89 habitaciones decoradas como una galería de arte. Remodelarlo fue un desafío, porque cada cambio requiere permisos estrictos, pero Carrie lo transformó en un espacio vibrante. Abrimos en 2019, justo antes de la pandemia, y reabrimos en 2021. Es un proyecto comercialmente difícil, pero lo hacemos por amor al arte y la historia. Cada hotel refleja una faceta de nuestra visión: VIK es naturaleza y vino, Uruguay es tradición y modernidad, Milán es cultura urbana.
¿Qué papel juega tu familia en estos negocios?
Carrie es el pilar, como ya dije. De nuestros cuatro hijos, solo Camilla, la tercera, trabaja con nosotros en el negocio del vino y los hoteles, desde Nueva York. Sebastián vive en Uruguay y tiene sus propios emprendimientos; Caroline está en política en Estados Unidos, tras trabajar en la Casa Blanca; y Susana, la menor, es product manager en MasterCard. Todos persiguen sus pasiones, como nosotros les enseñamos. Tenemos tres nietas, y pasar Navidad y Año Nuevo en Uruguay con la familia es una tradición que atesoramos.
La familia también incluye a quienes nos inspiraron. El padre de Carrie murió joven, y mi padre, Eric, asumió un rol cercano para ella, motivándola como empresaria. Carrie siempre dice que yo bromeo con que ella fue empresaria antes que yo, por sus helados en la universidad [ríe]. Esa chispa familiar es lo que nos impulsa a crear proyectos con alma.
¿Cuáles son los próximos pasos para los Vik?
No planeamos jubilarnos; la pasión nos mantiene en movimiento. En Chile, queremos ampliar las cabañas de vidrio en Viña VIK para ofrecer más opciones a los huéspedes. También estamos emocionados por nuestro proyecto de vino blanco, con uvas Marsanne, Vermentino y Roussanne plantadas hace dos años en una zona fresca del valle, gracias al túnel de viento. Si todo va bien, lanzaremos el primer blanco en 2027. Además, en marzo de 2023 abrimos un nuevo restaurante en VIK, junto a Milla Milla y Pavilion, para potenciar la experiencia gastronómica con nuestra huerta orgánica.
Fuera de Chile, nuestro proyecto más ambicioso es Vik Vista Verde, un hotel en Brasil, a hora y media de São Paulo, cerca de Sorocaba. Comenzaremos a construirlo en 2025, y estará listo en dos años y medio. Diseñado por Marcelo Daglio, será una versión moderna de un templo inca, en una ladera rodeada de viñedos, jardines y un lago artificial con una playa para surfear. Tendrá 50 habitaciones, cabañas de cristal, suites de lujo y un restaurante, llevando el espíritu de VIK a Brasil. La idea de incluir viñedos es visual y emocional, como un jardín que conecte con nuestra identidad chilena.
También estamos evaluando expandir nuestra presencia en hotelería urbana, tras la experiencia de Milán, pero siempre con un enfoque en proyectos que nos apasionen. Como dijo Deng Xiaoping sobre la Revolución Francesa, “es demasiado temprano para evaluar”. Llevamos 18 años en VIK, y esto es solo el comienzo.
Para cerrar, ¿cómo defines el éxito de Viña VIK y tus otros proyectos?
El éxito no es solo económico; es crear algo que conecte con las personas y deje una huella. Cuando alguien visita VIK y dice “esto es lo mejor que he visto en mi vida”, ese es un dividendo que vale más que el dinero. Pero también creo que la pasión puede ser negocio. Si haces algo excepcional, controlando costos, los clientes llegan solos. En VIK, seguimos persiguiendo nuestra meta inicial: producir los mejores vinos del mundo y ofrecer la mejor experiencia. No tenemos socios externos; estos son proyectos familiares, hechos con amor.
Chile ha sido el escenario perfecto para este sueño. Es un país con un potencial enorme, no solo en vinos, sino en desarrollo general. Invito a los lectores a visitar Millahue, a probar nuestros vinos y a vivir la experiencia VIK. Es un lugar donde la naturaleza, el arte y la pasión se encuentran.
Gracias, Alexander, por esta conversación tan inspiradora.
Gracias a ustedes. Los espero en Viña VIK para que descubran lo que hemos construido.
Importador oficial de los vinos VIK en Bolivia
PETERGARRY S.R.L.
Propietario de:
Wine Store y Revista VID
Telf: 741-68904 / 750-52045
gabriel@petergarry.com.bo
Av. Marcelo Terceros Banzer (3er anillo externo)
Esquina Calle Los Flamboyanes #82
Santa Cruz – Bolivia
Artículos Relacionados




